30 de octubre de 2007

Yo también tuve fans

NACHO:

Desde que entramos al colegio y te vimos estamos re-muertas por vos. Sos un dios.
Tus hojos son como dos lagos de agua cristalina, agua que nos llama, agua que nos inunda, agua que nos ahoga. Queremos hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos (de a una), el amor está frente a nuestra puerta, quiere entrar y ve que está entre abierta.
Te amamos y en todos los colores.

Besitos.

TUS FANS INTIMAS


(abril de 1994)

Buenos Aires Escala 1/1


Hace ya varias semanas salió Buenos Aires Escala 1/1, la antología sobre los barrios porteños compilada y prologada por Terranova y publicada por Entropía, también conocida extraoficialmente como "el libro de los barrios". Yo aporté "Las palomas", un cuentito escenificado en Colegiales. Sobre ese relato y sobre alguna otra cosa contesté preguntas en Hablando del asunto.

29 de octubre de 2007

Esa mujer

Ayer, camino a la escuela, mientras comentábamos las columnas de Página/K y hablábamos sobre la Coalición Cívica Libertadora y el nuevo gorilaje blanco, encontré esta imagen tirada en la calle. En realidad vi una agenda de tapas duras en el cordón de la vereda, la levanté por curiosidad, y saqué de entre sus páginas la estampita coloreada de esa mujer. Y después mi voto, por primera vez desde que empecé a votar en el 95, fue nacional y popular: siguió sin ser oficialista, pero tampoco fue para ningún partido de izquierda.


23 de octubre de 2007

23/10

Querido blog:

Hoy me desperté convencido de que tendría que galvanizar el techo de un gimnasio. En la tarea me ayudarían dos operarios: Galván y Galvanissi. Mientras caminaba hacia el baño traté de recordar los detalles del sueño, pero sólo se me vino a la cabeza las imagen de mí mismo vestido con un traje marrón de encargado de edificio de la década del ochenta.

Otra cosa: el fin de semana volví a andar en bicicleta. La había dejado en la bicicletería hace más de un mes y recién fui a buscarla el sábado pasado. Entré calculando cuánto me cobrarían por la guardería, pero la dueña no me dijo casi nada: sólo me retó con la mirada y me pidió que firmara un papel. Me indicó dónde estaba la bici y me cobró nada más que seis pesos, catorce menos de lo que había estimado semanas atrás. Con esa diferencia, un rato más tarde, agregué a la compra del súper un balde de un kilo y medio de helado.

Esa tarde pedaleé hasta la zona de Cabildo y Juramento para comprar los regalos del día de la madre. Encadené la bicicleta a un poste de luz y caminé hasta las cuadras de los negocios. En una librería de saldos vi a una chica levantar una pila de doce ejemplares de
Cómo desparecer completamente y llevarla hacia el mostrador. Al principio creí que era una fan exagerada de Mariana Enriquez, pero enseguida me di cuenta de que era ella misma. Después de los saludos me contó que estaba por viajar a la feria de Guadalajara, que ni en su casa ni en la editorial quedaban ejemplares para llevar, y que alguien le había pasado el dato de que en esa librería de Belgrano podía conseguir. También hablamos de Bajar es lo peor, su primera y todavía más inhallable novela. Me contó que la había escrito completamente a máquina, y que estaba pensando en scanearla para subirla a la web.

Mientras pedaleaba de vuelta a casa, con la canasta de la bici llena de regalos, me acordé de un episodio –salvando las gigantes distancias entre los personajes– un poco similar: hace unos diez años, en el viejo Musimundo de Cabildo, vi a Sergio Denis comprar un disco suyo. “Ese que tiene: te quiero tanto…”, le había tarareado al vendedor. Un rato más tarde, de vuelta en mi casa, me puse a hacer zapping y en un canal de cable vi a Sergio cantando esa misma canción apasionadamente, mirando a la cámara y tocándose el pelo, haciendo playback sobre el mismo disco que había comprado en Musimundo.


22 de octubre de 2007

El Tigre se pasa

Aunque Leo ya me lo había dicho personalmente, al verlo por escrito no puedo evitar volver a conmoverme:

Siempre digo que si mi hijo, Ramón . . .

19 de octubre de 2007

El libro de mi viejo



La contratapa, de mi autoría:

Este libro constituye la investigación más completa sobre la historia política y social de Bahía Blanca realizada hasta el momento. A través de un pormenorizado estudio de las intendencias de la ciudad –desde la asunción en 1886 del primer mandatario municipal, Teófilo Vicente Bordeu, hasta la finalización en 2003 del período de gobierno de Jaime Linares–, Hernán Molina relata el acontecer de casi ciento veinte años de historia bahiense.

En las páginas de este formidable trabajo, sustentado en la elaboración de los apasionantes perfiles biográficos de sus protagonistas y en un gran acopio de datos estadísticos, el lector podrá conocer o rememorar los hitos que forjaron la identidad bahiense en sus diferentes ámbitos (institucional, político, social, científico, cultural y deportivo) a lo largo de su rico historial. Para ilustrar sus páginas, y luego de una ardua tarea de búsqueda en archivos oficiales y personales de la ciudad, Molina logró conformar un impactante documento fotográfico que retrata escenas de todas las épocas comprendidas en el libro.

De manera lateral –aunque no por eso menos profunda–, el autor aborda la narración de los momentos más relevantes acaecidos a nivel nacional desde fines del siglo XIX hasta las primeros años del siglo XXI, como la denominada "década infame", la sucesiva alternancia entre gobiernos democráticos y de facto, y el advenimiento de los grandes movimientos populares a la vida política del país, entre muchos otros acontecimientos.

17 de octubre de 2007

El lunes a la noche, mientras yo hablaba por teléfono con mi mamá, mi abuela dejó de respirar. Dicen que ya tenía los ojos cerrados y que no sufrió en ese momento: sólo exhaló con fuerza por última vez, y se quedó quieta con un gesto de alivio. Ayer a la mañana, mientras entraba el cajón al cementerio, me acordé de la tarde de veinticinco años atrás en que caminamos de la mano por Plaza Francia, y de cómo ella se burlaba a su modo de los que iban a “gastar plata” a los restaurantes de la Recoleta, “al lado de los muertos”. Y también pensé que por suerte, hace algunas semanas, en la clínica, me animé a decirle “te quiero mucho” mientras aún estaba despierta.


(Ah, no es necesario que dejen comments, en serio)

8 de octubre de 2007

Lectura de narradores...

DE LA NUEVA NARRATIVA ARGENTINA

¿qué escriben los que nacieron después de 1960?

MARTÍN KOHAN
IGNACIO MOLINA
PATRICIA RATTO
PAULA VARSAVSKY


Y el bonus track intergeneracional:
MARÍA ROSA LOJO

Coordina ELSA DRUCAROFF

Y como siempre, tragos y libros a buen precio


Domingo 14 de octubre, 18 hs en

CasaBrandon
Luis Maria Drago 236 (a dos cuadras de Canning y Corrientes).
Parque Centenario, Buenos Aires

4 de octubre de 2007

"Cómo estar solo"

(Publicado en la revista El Interpretador)

Sobre Los estantes vacíos, de Ignacio Molina
Entropía, 2006
Por Alejandro Soifer


¿Cómo escribir sobre un libro del que ya se ha dicho tanto?
Intentémoslo.

Tenemos entonces, quince relatos agrupados en un libro con ciertas continuidades temáticas y argumentales tanto como formales y de procedimiento.
Podría establecerse como plano de lo narrado el espacio y el tipo de personajes que se repiten en los relatos. Tenemos hombres y mujeres de entre 20 y 30 años, de clase media – media baja (en esa franja difícil de clasificar que algunos han llamado "la generación del milqui": mil quinientos pesos de sueldo que obligan a la vida gasolera y el alquiler y los gastos compartidos con otro; compañero de cuarto o pareja) que intentan vivir y sobrevivir a la vida en la época del ningún- ismo.

Establecer que hay una repetición de arquetipo de personaje que se reproduce a lo largo de los quince cuentos es un mecanismo crítico productivo porque permite hablar del desplazamiento de personajes y situaciones como una constante en la construcción del libro. Una idea básica se desliza: no importa el personaje, importa la situación. Los personajes entran en un juego de enroques permanentes, un desplazamiento que sigue la línea de toque de de significantes vacíos (...)

(La reseña completa, clickeando acá)

3 de octubre de 2007

3/10

Querido blog:

Anoche un lector me pidió que le explicara una frase de Kilómetro Cero: “Como se habían gastado las pilas del reloj, la persiana estaba subida”. Al principio me negué, le dije que era como explicar un chiste y quitarle la gracia, pero al final, ante su insistencia, y sin poder ocultar el fastidio, tuve que ceder.

Después, en la calle, caminé detrás de un pibe de unos veintiocho años que iba hablando por teléfono y gesticulando demasiado con la mano libre, como si su interlocutor lo estuviera viendo. Yo lo seguía a unos cinco metros, prestándole atención a su parte de la charla y tratando de imaginar la que no podía oír. En un momento escuché un nombre que me resultó conocido y tardé menos de dos segundos en darme cuenta. “Te quería encargar un laburo de fotos Madeleine Onis, llamala mañana al estudio”, dijo él, y yo, hasta que lo vi meter una llave en la puerta de su casa, estuve a punto de decirle que a Madeleine la conocía, que había sido compañera mía de colegio, que hacía más de diez años que no la veía, que me contar algo de ella, pero al final me quedé con las ganas.


Otra cosa: el lunes que viene viajo a Bahía con Fausto. Desde fines del verano que no voy. El martes mi papá presenta su libro en la Biblioteca Rivadavia. Por suerte el bebé todavía no paga pasaje. Entre otras cosas, vamos a conocer a mi nueva sobrina y voy a entrevistarme con un ex boxeador. Espero que no haga demasiado calor y que mi viejo se tome todo con calma, como su nieto en la foto de abajo.



2 de octubre de 2007

2/10

Querido blog:

Creo que ya encontré algo tan ridículo como caminar bajo un paraguas: verme a mí mismo empujando el cochecito del bebé. No sabría explicar por qué, pero cada vez que me veo en una vidriera tengo que desviar la mirada. A las viejas parece que no les pasa lo mismo: hoy una me sonrió y me dijo “papucho” mientras esperábamos a que cambiase la luz de un semáforo.

Antes, a las diez y media, habíamos salido a la calle para ir a retirar el carnet definitivo de la obra social. Llegamos, saqué número, esperamos diez minutos y en el mostrador me dieron otro carnet provisorio y me pidieron que volviera en tres semanas. Después fuimos hacia el lado de la vía; había quedado en encontrarme con un pibe (hombre, chico, muchacho, chabón) a las once y media en el bar de Conde y Lacroze. Di vueltas por Colegiales, llegamos a esa esquina sobre la hora y nos sentamos en la entrada. Estuvimos ahí casi media hora, esperando en vano y viendo pasar a la gente, y después de hacer un llamado desde un locutorio pegamos la vuelta. Para completar el malhumor provocado por la mañana perdida y la humedad insoportable, cuando llegamos a casa me di cuenta de que al bebé se le había perdido una zapatilla. Creo que la puteada más suave llegó hasta Lacroze.

Acá abajo pego una foto con los pibes del Quinteto que no viene al caso pero que encontré revolviendo papeles y me gustó para ilustrar.


1 de octubre de 2007

1/10

Querido blog:

¿Hay algo más ridículo que caminar bajo un paraguas? Supongo que sí, que hay muchas cosas más ridículas, pero hoy, mientras esquivaba charcos, no encontré ninguna. Creo que si me viera a mí mismo caminando con un paraguas me revolcaría en el suelo de la risa. Por eso, cuando llueve, nunca me miro en el reflejo de las vidrieras.

Anoche el bebé se despertó gritando a las tres de la mañana. Yo fui medio dormido a ponerle el chupete y después no me pude volver a dormir: pensaba en la plata, en el futuro, en todas esas cosas que ya se ven de otra manera cuando se hace de día. Di vueltas en la cama hasta las cinco y después, en el living, prendí el televisor sin volumen. Me pareció raro ver los goles de River a través de la cámara de Crónica TV: pensé que era parecido a verlos en la cancha, o a ver las fotos de una modelo sin fotoshop. Afuera llovía, el viento golpeaba las persianas y movía las copas de los árboles. Miré a través de una rendija: vi el reflejo de las luces en el asfalto mojado, y sonreí al imaginarme cruzando la calle bajo el paraguas abierto.

Trilogía