19 de diciembre de 2012

Anoche fui a comer con dos amigos y el señor de la caja hizo mal la adición: nos cobró unos treinta o cuarenta pesos menos de lo que habíamos consumido. Creo que los tres notamos algo raro al ver la cuenta pero recién hablamos de eso después de salir del local y caminar media cuadra. Ahí nos paramos para charlar al respecto: alguno con cargo de conciencia decía que volviéramos y pagáramos lo correcto; otro decía que no daba, que ya fue, que en definitiva nosotros éramos trabajadores y el restaurante era una empresa, que no le iba a pasar nada por cobrar una cerveza o unos pesos menos. Entonces un policía que había estado comiendo un pastel de papa en la mesa de al lado salió del bar y nos gritó imperativo: “ey, flaco, vení”. Hubo un segundo de nerviosismo hasta que agregó con tono más amable: “te olvidaste el bolsito”. Uno de los tres se había dejado un bolso sobre una silla y fue apurado a buscarlo. Más tarde soñé esto: yo estaba en el bar y cuando recibíamos la cuenta aparecía otro comensal, un flaco que en la realidad vi una sola vez en mi vida, en una fiesta de casamiento, pero que en la ficción del sueño era un ex amigo que ahora me odiaba por algún motivo indefinido, y le decía al mozo que mi intención era irme sin pagar y después me metía una mano en los bolsillos y empezaba a sacar billetes arrugados que iba alisando y desparramando sobre la mesa, como en las requisas policiales a los ladrones o narcotraficantes. Después aparecía el policía que estaba comiendo el pastel de papas y con el mismo tono con que había gritado desde la esquina me decía “ey, flaco”, y trataba de asfixiarme metiéndome la cabeza dentro del bolso que había quedado olvidado sobre el respaldo de una silla.

7 de diciembre de 2012

En las redes sociales, al igual que en los medios, suelen crearse realidades paralelas. Trabajo a una cuadra del shopping Dot. Ayer, cuando empezó a correr la noticia de que había “saqueos en el Dot”, entré a Twitter y vi que decenas y decenas ya estaban tirando sus versiones de los hechos como si estuvieran en el lugar. Y muchos, muchísimos de ellos, parecían encantados con la posibilidad de que
esa fuera la primera chispa que desatara un incendio de saqueos a lo largo y ancho de la ciudad y el conurbano. Algunos, incluso, citaban supuestos textuales de los saqueadores: “nos morimos de hambre, la asignación universal no alcanza, venimos a llevarnos todo…”, y cosas por el estilo. Un rato más tarde, en la parada del 28 sobre la General Paz, pude charlar bajo la lluvia con algunos empleados del Dot que, como yo, esperaban el colectivo. La versión que contaban, como testigos directos, no incluía hordas hambrientas ni saqueos en masa. La situación fue otra. Cada vez que caen cinco gotas, las calles internas y las casas de Villa Mitre (un barrio de casas precarias que ocupa unas cinco manzanas y cuyo borde más cercano a la General Paz está ubicado a unos cien metros de terreno en declive del Dot) se inundan en veinte minutos. Esto se debe, dicen los vecinos, al sistema de desagüe del shopping que desagota directamente hacia el barrio. Por eso ayer a la tarde, cansados de la situación, unos treinta decidieron hacer una manifestación en las puertas del shopping. Y cuando algunos quisieron entrar para hablar con las autoridades, los guardias de seguridad intentaron cerrar las puertas y eso provocó empujones y forcejeos. Eso derivó en que los encargados de muchos locales, asustados “por los negros que entraban”, cerraran sus negocios. Y eso generó que algunos empleados y clientes empezaran a los gritos y las corridas. Y si de parte de los vecinos hubo roturas en un puesto del supermercado del shopping, fue debido a esa histeria y a la impotencia generada por su situación y no a un plan de saqueo general o robo en masa. Esos fueron los hechos. En el resto del día no hubo saqueos en otros lugares ni estado de sitio en todo el país. Lo lamento por aquellos (como el opinólogo de derecha Esteban Schmidt, que había twiteado: “el gobierno opera a cuatro manos para minimizar los saqueos en el Dot…”) a los que les hubiera gustado que este incidente vecinal se transformara en una gran revuelta popular decembrista que desestabilizara al gobierno-populista-mafioso. Lo lamento por ellos: no hubo balas, ni sangre, ni muertos, ni helicópteros.